"Cuando nuestras miradas se encuentran,
se que puedo perderme tranquilamente en tus ojos."
se que puedo perderme tranquilamente en tus ojos."
Iba a ser otra vacación familiar, pero esta vez en un hotel encerrado por la vegetación. Después de registrarse en la recepción, subieron todos a la habitación que, afortunadamente, tenía dormitorios por separado. Desempacó lentamente, suspirando mientras sacaba cada prenda y objeto. Había terminado la secundaria y estaba tratando de distender su mente del caos que, imaginaba, sería la facultad. En su maleta había cargado algunos libros, ropa, un perfume, un anotador, una cartuchera y su cámara de fotos instantánea. Miró detenidamente la cámara y empezó a ensayar tomas con lo que había en su cuarto. Miraba a través de la lente, como si intentara dejar plasmado la forma como veía el mundo que lo rodeaba. Enfocó el ventanal y trató de observar más allá de lo que las cortinas blancas mostraban. "¿Cuánto tiempo voy a estar detrás de la ventana?", pensó.
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"Menos mal que no se fue el ascensor, bajar tantas escaleras me hubiese agotado" - le dijo en tono de broma, a lo cual respondió con una risa silenciosa. Esta vez se detuvo a mirarlo. Se veía algo nervioso y bastante inquieto. Constantemente se rascaba la barba desprolija, desteñida por las canas, y se arreglaba el pelo. No podía quitar sus ojos mientras aquellos dedos se hundían entre los cabellos marrones oscuros que tenían pinceladas finas blancas también. "Que lindo el lugar para vacacionar, ¿no?" le dijo mirándolo. Por un instante creyó reconocer esos ojos profundos que le hacían sentir confianza. Tímidamente y en voz baja, dio una respuesta afirmativa sumando algún que otro adjetivo calificativo y apartó la mirada. Creyó que su mente jugaba con recuerdos; uniendo caras, sentimientos y emociones.
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Habían acordado salir todos juntos a dar una vuelta por el parque que rodeaba el Hotel, uniéndose al grupo que armaba el guía de las instalaciones. Veía a su familia feliz, y eso lo hacía sentir bien, en calma y le brindaba mucho optimismo. Con la cámara en mano emprendieron el trayecto. Eran alrededor de treinta personas que estaban amontonadas en la puerta del edificio, listas para iniciar la visita al lugar. Una vez que el instructor se presentó y los instruyó con la historia del sitio, comenzaron lentamente la caminata por los senderos marcados con banderas blancas y verdes. El tumulto de gente y el ruido comenzó a incomodarlo y, contándoselo a su familia, se alejó al final del grupo para poder apreciar mejor el ambiente. Nuevamente miró a través de la lente de la cámara y comenzó a enfocar al paisaje. Cielo: Tan cerca, tan lejos... Hojas: Como si fuese una mano, cada nervadura como si fuesen venas en el limbo... Flores: Cada recuerdo era un pétalo... El paisaje: La vida misma... Y una barba marrón. Sorprendido miró sobre la cámara y se encontró con un joven que estaba parado frente a él.
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Su perfume impregnaba cada rincón del espacio. Había algo en él que le parecía familiar pero no sabía que era exactamente. Quizás era por la forma en que se movía, como le sonreía cuando sus miradas se cruzaban o en lo nervioso que parecía estar, pero el muchacho de cabellos marrones, sin lugar a dudas, parecía un juego en su memoria. Pensó que lo normal sería preguntarle si se conocían, pero a la vez se abstenía de crear alguna situación que pudiese ser incómoda. "Nada más raro que alguien te diga, ¿Te conozco?" repitió en su mente para callar las dudas. "Te parecerá gracioso, per..." intentó decir su compañero de recorrido mientras giraba y se apoyaba contra una de las paredes, pero el ascensor se detuvo de golpe y ambos quedaron en silencio.
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El joven le pidió disculpas por haberse colocado frente a la fotografía que iba a tomar. Él, tímidamente, restó importancia a la interrupción del muchacho y ofreció tomarle una foto por si quería guardarla de recuerdo del lugar. Sonriendo, el chico del pelo marrón aceptó gustoso. Así dio inicio a la charla. Dos mundos, relegados del tumulto, comenzaban a acercarse con cada palabra que cruzaban. Ambos estaban con sus familias de vacaciones. Bajo el cielo nublado, sus historias se entrelazaban en aquel instante y sitio.
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Estaba muy intranquilo, apoyado contra la pared del elevador. Miraba sigilosamente al muchacho de rulos. Esa barba que le provocaba ganas de tocarla y su mirada tristona que le traía remembranzas. Quería decirle que le parecía conocido, pero el desperfecto del ascensor cortó la frase. Fue entonces cuando, rápidamente notó que comenzó a acercarse. Estaban uno frente al otro. Podía sentir su respiración, contemplar esos rulos tan cerca, el aroma de su piel, cada centímetro de su barba y sus finos labios. Vio que levantó una mano y que se acercaba a su cuerpo. No sabía como reaccionar o que debía hacer. Por primera vez estaba desconcertado. Trató de calmarse y casi agitado de tantos nervios balbuceó un "Yo... este...". "Te apoyaste contra el tablero del elevador" le dijo el muchacho del cabello oscuro y presionando un botón, retomó la marcha al piso que quedaba por bajar. Lo miró alejarse, y su corazón comenzó a latir rápidamente sin evitar reírse de su imaginación.
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Estaban a algunos metros de regresar al Hotel, cuando de pronto se largó la lluvia. La gente comenzó a correr pero ellos se mostraron inmutables. "¿No te molesta la lluvia?" le preguntó el muchacho, acercándose para poder verlo mejor. Antes de responder, se detuvo a mirar el color marrón del cabello del chico, que resaltaba por el agua que se deslizaba en su cabeza. "Para nada, me gusta la lluvia. Como si todo se detuviera por un segundo y las gotas tuviesen el poder de limpiar cualquier recuerdo" le dijo y le sonrió. "Creo lo mismo." asintió su compañero sonrojándose. Se quedaron por un rato bajo la lluvia y luego siguieron caminando.
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Bajaron del ascensor y vieron, desde el amplio ventanal de la entrada del hotel, que llovía precipitosamente. "¡Que hermoso como llueve!" le comentó alegremente al muchacho de rulos. Parándose a su lado, asintió y acotó "Es hermoso. Como si todo se detuviera por un segundo y las gotas tuviesen el poder de limpiar cualquier recuerdo". Muy sorprendido y casi sin poder creerlo, el otro joven clavó su mirada detenidamente y casi tartamudeando expresó: "Creo lo mismo".
A veces, el momento y el lugar parecen repetirse sin avisar.